martes, 2 de diciembre de 2008

AGUILA REAL



El águila real (Aquila chrysaetos) es una de las aves de presa más conocidas y ampliamente distribuidas de la Tierra. Al igual que muchas otras especies de águilas, pertenece al género Aquila y la familia Accipitridae. Su área de distribución abarca gran parte de América del Norte, Eurasia y el norte de África. Mantiene poblaciones sedentarias incluso en varias islas como Gran Bretaña, las del Mediterráneo, Japón y Vancouver. Sin embargo, su población en Europa central se ha visto muy reducida en los últimos años por culpa de la actividad humana y se ha extinguido en muchos lugares donde antes era abundante.
En la actualidad,
Europa Occidental sólo alberga poblaciones estables en Escocia, Noruega, los Alpes, Italia y la Península Ibérica, aunque en 2001 se liberaron 35 ejemplares en Irlanda (donde la especie se extinguió a comienzos del siglo XX). En Norteamérica se observa también un declive de la especie, aunque mucho menos acusado que en Europa, y en el resto de su distribución permanece estable. El águila real es una de las aves más usadas en cetrería, especialmente en Asia Central, donde se le utiliza incluso para cazar lobos y antílopes.

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ALGUNAS CAUSAS DE LA EXTINCION

Las especies se extinguen o ven reducidas sus poblaciones por varias razones, pero la causa principal es la destrucción del hábitat debido a actividades humanas.
A medida que evolucionan las diferentes especies, la mayoría de ellas se adaptan al hábitat o ambiente específico que mejor reune sus necesidades de supervivencia. Sin este hábitat particular, la especie no puede sobrevivir.
Las actividades humanas tales como contaminación, drenaje de humedales, conversión de sabanas en tierras de pastoreo, deforestación, urbanización, destrucción de los arrecifes de coral, y la construcción de caminos y presas, han destruido o dañado seriamente y fragmentado los hábitats disponibles. La fragmentación de hábitats, el aislamiento y división de hábitats en áreas menores, han provocado que las especies de plantas y animales que permanecen en esas "islas" de hábitat pierdan contacto con otros de su propia clase. Esto reduce su diversidad genética, haciéndolos menos adaptables al cambio ambiental o climático, y los deja altamente vulnerables a la extinción. A veces los hábitats fragmentados llegan a ser tan pequeños que no pueden mantener una población sostenible.